sábado, octubre 17, 2009
Las flores del Nobel
Foto: Herta Müller
Rolando Gabrielli
Este año no jugué al azar. Dejé que corrieran los favoritos en el gran hipódromo del Nobel. Había hecho un paneo por los diarios suecos y franceses, buscando alguna pista más allá de las apuestas, y sólo vi un gran silencio. Mi vaga intuición es que recaería en alguien exótico, que representara dos mundos, y me hacía la idea de Juan Goytisolo, un escritor puente, eslabón de dos mundos, culturas irreconciliables. Él mismo se viajó hace años de su natal España.
La ola especulativa anterior a la premiación es comparable con el feroz tintineo de las bolsas y cajas registradoras en Wall Street. Cada año ocurre toda suerte de vaticinios, cábalas, elucubraciones geográficas, políticas, literarias y sus posibles ramificaciones. El Premio Nobel es un Derby. La prensa mundial religiosamente hace un recuento de los ganadores y perdedores con lujos y detalles.
Una de las grandes cartas especulativas era que este año el gobierno sueco estaba en manos conservadoras, por lo que el premio giraría de la tradicional mano “izquierda” de la Academia a la “derecha”, favoreciendo a los escritores norteamericanos y no a los supuestamente convencionales gustos de los jurados nórdicos. La Academia ha vuelto a condenar el comunismo de Estado, devuelto la mano a la historia y memoria, a una literatura centrada en ambos valores, donde la libertad es el eje. Estas no son sus palabras, los académicos dijeron que han premiado la fuerza de la poesía y la franqueza de la prosa, ya que con ambas, la autora describe un paisaje, panorama de los desposeídos.
La gran apuesta estaba sobre un escritor de origen judío, Amos Oz, y los norteamericanos Philip Roth, Thomas Pynchon y Joyce Carol Oates. En esta vuelta no, dijeron los académicos suecos. La prensa norteamericana ha calificado a la ganadora como una oscura escritora. The New York Times dijo que sólo cuatro de sus libros fueron traducidos al inglés. Debemos recordar que Roberto Bolaño sólo entró a Estados Unidos en papel impreso y traducido, después de muerto. Ya se percibe el disgusto entre algunos internautas europeos, franceses específicamente, que esperaban a los que figuran en el ranking. Las editoriales, los medios, críticos, quienes se agitan en el negocio del libro, televisoras, personajes mediáticos, sin duda influyen en el gusto de las personas que tienen cada día menos tiempo para leer, menos opciones para pensar, y más horas para la TV, videojuegos, hedonismo en diversas escalas.
La gran literatura figura en la línea gris de la vida cotidiana. Primero están los videojuegos y de mesa, el reposo frente al televisor, como si el día cayera sobre las imágenes que el mundo acumula día a día. Para el fin de semana, si se está en vena de leer, los best-sellers y alguna novela policíaca o de terror, un puzzle. La farándula ha llegado para reinar y quedarse. El mundo tiene sus propias guerras en vivo y en directo, como para hurgar en el pasado reciente de la post guerra fría. Pero es el material que explora la rumana-alemana, Herta Müller. Ejerce y recrea además la biografía familiar, con su madre desterrada en la Unión Soviética.
Ante la designación de la poeta y novelista rumana, exiliada en Alemania, Herta Müller, se habla de una gran sorpresa. Es que cuadrar los gustos del Nobel es un círculo vicioso, y ajenos todos a la decisión sueca, nos queda leer la obra de esta escritora que vivió en Transilvania, la tierra de Drácula, nacida en 1953 —poeta, novelista, ensayista—, y que hace una radiografía del horror de sus tiempos vividos bajo la dictadura de Nicolae Ceauşescu, quien fue ejecutado junto con su esposa por genocidio. El horror es un estado anímico del mundo actual en varios países, una extensión del pasado, un libreto que no ha variado sustancialmente, sólo se ha trasladado de región en región, de geografía en geografía.
Me confieso no haber leído una línea de su obra, ni un solo pobre poema, pero no me exijan mucho, habito en Limbo City, territorio legítimo del olvido. Herta Müller, quien acaba de editar Columpio de respiraciones, es una escritora muy leída y con veinte premiaciones por delante del Nobel, abona al mundo de la sorpresa, cuando dijo al conocer la noticia: Aún no lo puedo creer, y que por ahora no dirá más. Pertenece a una minoría alemana asentada en Rumania desde el siglo XII, pero que ha migrado a occidente en las últimas décadas. Pero aún se siente tierra de nadie y yo digo que puede emigrar el cuerpo, pero no la palabra. Müller, que deseaba el Nobel y dijo no merecerlo, piensa que el lenguaje es todo si es verdadero y con él descubre las falsedades del mundo.
La Academia privilegia la historia, el lenguaje poético, una “escritura de denuncia desde la minoría, literatura desde la cotidianeidad”. Es lo que se desprende del perfil de la autora como de las palabras de los suecos. Por el nivel de la premiación, ello trasciende las fronteras y la decisión aterriza en América Latina, donde las opiniones son diversas sobre la novela: en vías de extinción, insisten algunos, género híbrido, cosmopolita, aseguran otros, sin arraigo en la historia y tradición del subcontinente, donde se ubica al chileno Roberto Bolaño como el último mohicano de una generación latinoamericana que se extinguió con su época. Y, como hemos dicho, la novela se camaleonea sobre su flexible y aventurero cuerpo. Los recursos de la realidad y de la ficción, de la historia, de la poesía, imaginación, de la vida, están para ser tomados, aplicados y no son pocos. La vida y la historia están para ser contadas. ¿Cuántas historias existen por cada persona? El mundo tiene varios muros, dos en pleno funcionamiento, pero hay muchas murallas dispersas, erigidas en una supuesta legalidad y dentro y detrás de esas moles hay espacios habitados por personas que tienen una historia que contar. El desastre de nuestro tiempo, que carece de reloj y lugar y se mueve como una anaconda de terciopelo bajo la cama, es un tema latente, un libreto que se relata a sí mismo. La novela muchas veces reinventa la vida y también se queda corta. Traduce el espacio del sueño y el insomnio que se agita en la pesadilla e ilumina muchas veces.
Una rumana que escribe en alemán, se exilia en Alemania y su palabra no sale de su aldea literaria: la vida rumana en tiempos Ceauşescu. Si historia viene de más lejos y lo verdaderamente importante es que ella la registra, saca a la superficie ese pasado, lo convierte en presente para que nosotros lo conozcamos. Y lo que nos habla también es el currículum de la autora, su biografía: estudió ambas lenguas, la rumana y alemana, para hacer el puente. Los académicos suecos han puesto, pienso, el acento en estas cosas, el rescate de una minoría humillada.
Sin duda ningún premio por importante que sea impondrá una obra. Sólo el tiempo lo dirá. Y así ha resultado ser. Para qué preocuparse de y por las pequeñeces y de algunos espejismos.
Letralia
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