viernes, enero 08, 2010
3.1. La obra de José Martí como una tradición de "filosofía latinoamericana"
José Martí, Prócer de Nuestra América.
Veo en la obra de Martí una tradición de "filosofía latinoamericana" porque en ella hay un modelo concreto de ejercicio de pensamiento crítico y responsable; es decir, de un pensamiento que supo tocar realidad en su tiempo, descubrir las verdaderas urgencias de su época y de su contexto; y de esbozar, además, un plan para la transformación histórica de las realidades que confrontaba.
De esta suerte la obra martiana aparece como ejercicio de un pensamiento crítico-ético que no repite ni aplica una filosofía determinada porque él mismo es ejercicio vivo de filosofía; es momento fundacional de filosofía porque hace lo que siempre hizo, y lo que siempre hará, quien recrea la filosofía desde su circunstancia, a saber, pensar la realidad y responsabilizarse de ella.
Muy brevemente trataré entonces de mostrar ahora cómo en la obra martiana hay una praxis específica de filosofía; y que es por eso por lo que considero que el verdadero valor filosófico de Martí no está en averiguar qué pudo saber de esta o aquella escuela filosófica, sino en descubrir que su praxis de la filosofía contiene un momento fundacional para eso que hoy llamamos "filosofía latinoamericana".
Señalaré en primer lugar, por parecerme básico, la conciencia que tenía el propio Martí de que erudición filosófica no es sinónimo de capacidad filosófica. O sea que Martí sabía y sentía que hacer filosofía y hacer o enseñar historia de la filosofía son dos cosas muy distintas. En uno de sus fragmentos anotaba a este respecto: "Puedo hacer dos libros: uno dando a entender que sé lo que han escrito los demás: –placer a nadie útil, y no especialmente mío. Otro, estudiándome a mí por mí, placer original, e independiente. Redención mía por mí, que gustaría a los que quieran redimirse. Prescindo, pues, de cuanto sé, y entro en mi Ser. ¿Que qué somos? ¿Que qué éramos? ¿Que qué podemos ser?" (OC 19, 360). Y en otro añade: "Ud. me ha de perdonar que no le cite libros, no porque no lea yo uno que otro, que es aun más de lo que deseo, sino porque el libro que más me interesa es el de la vida, que es también el más difícil de leer ..." (OC 21, 386).
La praxis de filosofía que cultiva Martí es así, a mi modo de ver, el resultado directo de una actitud filosófica auténtica. Hay en Martí una opción por el pensar crítico que afronta realidades; y en contra, consecuentemente, de la actitud cómoda del erudito que se instala en lo ya pensado para no correr el riesgo de iniciar un proceso de pensamiento autónomo. Acaso sin saberlo está Martí poniendo en práctica el consejo de Kant a los que quieren hacer filosofía: ¡No aprendan sistemas, aprendan a pensar por sí mismos! (12).
Por eso Martí no enseña historia de las ideas sino que su obra muestra cómo nacen ideas en un proceso histórico de análisis crítico de realidades. De aquí que lo quiero señalar en segundo lugar, pueda resumirse diciendo que la praxis filosófica de Martí se deja guiar por el principio de que la racionalidad filosófica viva es la que nace de la confrontación crítica con la realidad y se constituye así, sobre la base de la observación y la reflexión contextuada, en razón práctica o, como prefería decir Martí, en "razón experimental" (OC 19, 362).
Pero si filosofar es observar la realidad y experimentar con ella es porque Martí ve en esta actitud de análisis crítico el paso primero imprescindible para que el filósofo pueda avanzar en su trabajo dando un paso más, a saber, el de buscar las formas adecuadas para influir en el curso histórico. Hay, pues, en la praxis filosófica de Martí un tercer aspecto complementario de los anteriores, que concretiza su modo de hacer filosofía en el sentido de un tipo de reflexión interventora en la marcha de la historia humana. Para Martí, como él mismo subrayó, la filosofía es, al mismo tiempo, reflexión observadora que trata de ver "por dónde va la vida humana" y de establecer los modos de "cómo se influye en ella" (OC 13, 193).
Por eso quiero señalar en cuarto lugar que la praxis de la filosofía ejercitada por Martí desemboca en un tipo de filosofía que yo llamo filosofía resolutiva porque se trata de un filosofar que quiere ser saber de realidades para contribuir a la solución de los problemas que impiden la vida real digna de los seres humanos.
En quinto lugar me permito destacar un último aspecto en la praxis de la filosofía que se cultiva en la obra de Martí. Lo he llamado un aspecto; pero, estrictamente hablando, se trata de algo más profundo porque no informa un campo determinado de su praxis filosófica ni significa un conocimiento de validez regional, sino que por el contrario cumple la función de norte en la brújula que le da Martí al quehacer del filósofo. Me refiero a la opción de Martí por un humanismo ético centrado en la toma de partido por los oprimidos, por los pobres de la tierra (OC 6, 19; y 16, 67).
Esta praxis martiana de la filosofía, cuyos rasgos esenciales acabo de sintetizar, se puede comprobar prácticamente en toda su obra. No es aquí el lugar de demostrarlo en detalle. Por eso me limito a la mención de algunos momentos de particular importancia. Así, por ejemplo, sus crónicas sobre la vida social y cultural de los Estados Unidos (OC 9-13), donde se evidencia el ejercicio de una filosofía social y política que, sobre la base del análisis concreto de situaciones históricas, sabe detectar las contradicciones de la época y proponer pautas para su superación. Aquí perfila Martí, además, su ideal de una sociedad igualitaria y solidaria. Y cómo no mencionar el ejemplo de su poesía y de sus aforismos y fragmentos, comunicadores de intuiciones profundas de su filosofía de relación como fundamento poliperspectivo para desarrollar el plan de una universalidad ecuménica donde cada ser humano puede inscribir en su proceso de identidad realizada aquel lema inter-transcultural de:
Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte
soy (OC 16, 63)
Pero cómo pasar por alto sus análisis y estudios dedicados a Nuestra América. En realidad es aquí donde la obra martiana documenta con más fuerza su carácter de praxis filosófica. También aquí tengo que limitarme a lo más ejemplar. Y escojo para ilustrar la praxis filosófica de Martí como fundadora de una tradición ese texto clásico, conocido por todos, que es el ensayo Nuestra América. Para mí, en efecto, Nuestra América es el programa donde Martí condensa un modelo de filosofar que yo llamaría filosofía nuestra-americana. Tal sería, por cierto, la tradición que funda Martí en la "filosofía latinoamericana". Veamos, pues, las características fundamentales de esa filosofía nuestra-americana.
Se trata, primero, de una filosofía resolutiva que se ejerce según el principio de que "conocer es resolver" (OC 6, 19); y que se concretiza aquí, como no podía ser menos, en la realidad doliente de Nuestra América. Esto es, porque se trata de un conocer contextual que debe resolver problemas contextuales, ese principio es la fórmula teórico-práctica de una filosofía inculturada que sabe que "ni el libro europeo ni el libro yanki, daban la clave del enigma hispanoamericano" (OC 6, 20) y que, por eso mismo, nace con la exigencia de crear sus soluciones y perspectivas desde su propio suelo. De aquí que Martí complemente dicho principio advirtiendo lo siguiente: "... pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden la mano en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la solución está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación" (OC 6, 20).
Como filosofía resolutiva desde la realidad americana y para ésta, es la filosofía nuestra-americana de Martí una forma de filosofía en la que América es a la vez objeto y sujeto del pensar. O sea que Martí no piensa sólo sobre América. Piensa igualmente desde América y con la palabra de América. Filosofía nuestra-americana es el discurso que ensaya América como expresión de sí misma. Pues es el pensamiento de los que "en las repúblicas de indios, aprenden indio" (OC 6, 18).
Con esta praxis de la filosofía –permítase el paréntesis– Martí aboga claramente por una filosofía local; pero hay que observar que esta afirmación de lo local se hace como consecuencia del imperativo de ser eficaz que pesa sobre la filosofía resolutiva, y no en razón de un querer aislarse o separarse de la comunidad humana. La afirmación martiana de lo diverso-particular no separa de lo universal, sino que al contrario es condición para abrirse al intercambio con el mundo todo. Recuérdese aquel otro principio: "Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas" (OC 6, 18).
En Nuestra América Martí practica un modelo de filosofía que se distingue, segundo, por ser filosofía practicada desde la óptica de los marginados y oprimidos por el sistema opresor del colonialismo. Por esto la opción por los pobres de la tierra, ya mencionada, se concretiza aquí en el esbozo de una perspectiva de filosofía política que busca su norte precisamente en la voluntad de "afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores" (OC 6, 19).
La filosofía nuestro-americana se manifiesta así como un tipo de filosofía comprometida, es decir –y como también se dijo–, de filosofía que interviene en la realidad para transformarla a favor de los más necesitados y humillados. Esta es acaso la significación última de aquella densa y famosa frase: "Pensar es servir" (OC 6, 22).
En tercer lugar diría que la práctica filosófica de Martí, tal como se condensa en el ensayo que comento, se caracteriza por ser filosofía pre-visora. Nuestra América muestra, en efecto, cómo Martí interviene en lo real con el apoyo analítico de la observación de lo real, pero al mismo tiempo con un plan estructurado de cambio, con una idea, con un plan. Las ideas en la filosofía nuestro-americana –filosofía en la que, dicho sea de paso, se corrige la bifurcación descontrolada de la razón filosófica en una razón teórica y otra práctica– son, en realidad, planes de acción; modos de pre-ver realidades posibles y de trabajar por ellas. Pues se trata de la "idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo ..." (OC 6, 15).
Por último nombraría una cuarta característica de la praxis filosófica de Martí en Nuestra América; y consistiría en lo que llamaría la consciencia de la historicidad y contingencia del pensamiento o, más exactamente todavía, de la articulación expresiva del pensar. En efecto, pues Martí, precisamente por practicar un pensar histórico-contextual, sabe que "las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas" (OC 6, 20). La forma humana apropiada para hablar de lo que nos parece absoluto, no es otra que la aproximación histórica, esto es, el discurso situado; y, por tanto, contingente y relativo. Pero de aquí precisamente el imperativo de aprender a pensar poniendo en relación las formas contingentes. Relativismo es el aislamiento de la contingencia vivida. Martí no lo fomenta. Al contrario, le quita su fundamento al proponer justamente relacionar las formas relativas en que nos aproximamos a lo absoluto. Por esto veo en su modelo de filosofía no relativismo sino interdiscursividad contextual y cultural que no necesita uniformizar ni disciplinar ninguna forma de expresión para visualizar lo absoluto porque intuye que éste sólo se puede experimentar a través de la comunión y de la solidaridad entre las diferencias.
Notas
(12) Cfr. Immanuel Kant, Werke in zwölf Bänden, tomo VI, Frankfurt/M. 1968, p. 448ff.
Raúl Fornet-Betancourt
Aachen, Alemania
© José Luis Gómez-Martínez
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