miércoles, julio 19, 2006

El pergamino de la seducción: revivencia y desafíos

El pergamino de la seducción:
revivencia y desafíos


Por: Ana Gabriela Padilla
(Tomado de la revista cultural: "La Esfera Infinita")


No sólo recreando, sino reviviendo a fuerza de imaginación e investigación, se balancea la más reciente novela de Gioconda Belli, El Pergamino de la Seducción. Tomando un trozo de la historia de la humanidad: el caso de Juana de Castilla, más conocida como “Juana la Loca”, la cual transcurre dentro del período del Renacimiento, cuenta otra en particular. Siendo pretexto, ambas, de una complicidad evidente que permite plasmar posiciones acerca de la mujer y de las pasiones humanas en general, las cuales se repiten constantemente: “Pasaba el tiempo y cambiaban los entornos, pero la esencia de las pasiones, de las emociones, de las relaciones humanas era sorprendentemente uniforme”.

Sin embargo, dentro de la obra, ese pasado no tiene la fijeza insana de la historia oficial, quebrando así y pese a que sólo se trate de una hipótesis azarosa, un legado de pensamientos rígidos que provienen de la mayoría de textos escritos a lo largo del tiempo sobre Juana de Castilla o sobre cualquier otro tema. Reescribiendo pues, para reivindicar a un personaje de la historia, y planteando otra posibilidad sobre lo que se ha dicho, en la cual, se desenmascaran ambiciones, sed inmensurable de poder, traiciones y una realidad cruel para la mujer, que se esconde detrás del fantasioso “mundo perfecto” de la diplomacia y la monarquía.

Aunque no se puede omitir, del mismo modo, que la autora reescriba la historia, para darle esqueleto, sustento y forma a un relato lineal y sencillo: es, a través de la protagonista, Lucía, narradora en primera persona, tanto del relato como del subrelato, que logran sentirse elementos de la historia que no habían sido contados o, por lo menos, tratados de una forma más interior, que hace, con los acontecimientos de la vida de una reina española de finales del siglo XV y XVI, una visible comparación y hasta paralelismo, con los sucesos de una joven latinoamericana del siglo XX.

Interesante juego narrativo que entrelaza el relato con el subrelato: una joven nicaragüense (cosa que se intuye a lo largo de la novela, pero que sólo logramos comprobar cuando ésta dice los versos de un poeta de su país: “un trozo de azul tiene mayor intensidad que todo el cielo”, haciendo referencia, obviamente, a Alfonso Cortés) se encuentra estudiando en un internado de monjas en España, siendo éste el escenario para que, por una pura casualidad, descubra a un historiador (Manuel) obsesionado por la historia de la reina de Castilla. Éste, encontrando un parecido físico de Lucía con Juana, la sumerge en un mundo en el que Juana y su entorno se apoderan del pensamiento de Lucía, relatando ésta, la historia, como si fuera ella quien la está viviendo y, fusionando, en numerosas ocasiones, la narración de su vida con la vida de la reina, con lo cual intuimos, a su vez, una fusión de ambos personajes: “Cuando el traje se derramaba sobre mi cintura, Felipe me empujó suavemente…Mi espalda sintió el contacto con la seda de la colcha de Manuel…pero Felipe o Manuel, no sé quién era ni importaba ya, me clavó los brazos abiertos en las almohadas…”

Siendo la historia de Juana estrechamente relacionada con los celos atroces que carcomían sus sentidos por su esposo Felipe “el hermoso”, es, para Gioconda, una incalculable mina de erotismo que logra aprovechar en El Pergamino de la seducción, pues mantiene atento y ansioso al lector de los acontecimientos venideros, ya sean los de Juana o los de Lucía, con un tratamiento del tema acucioso y certero, que pone de manifiesto un buen dominio de la palabra: “Me estremeció la sensación exquisita del primer acercamiento, la dureza suya contra el foso que llevaba a mi castillo interior, pero cuando mi instinto lo animaba a cruzar el umbral hacia los salones secretos, de pronto todas las alarmas se encendieron”.

Otra de las grandes virtudes de El Pergamino de la seducción, es el lenguaje poético que se percibe en algunos de los veintisiete capítulos que conforman la novela, alcanzando una prosa, a través de diversas figuras literarias, que persuade estéticamente al lector, tomando en cuenta, ineludiblemente, una exigencia formal que deja huella en cada uno de los párrafos a la hora de escribir. El lenguaje poético, en este caso, enriquece una prosa sencilla pero rigurosa, despertando una sensación apolínea que, espontáneamente, causa placer estético si está bien lograda: “La piel de mi vientre era un tambor cruzado de subterráneos y delicados ríos azules”. “Mis pechos en cambio seguían aumentando de tamaño. Los pezones cada vez más oscuros, como soles en eclipse”. “Iba a protestar, pero la piel me lo impidió, alzándose como una bailarina que lanzara sus velos sobre mi asombro y mi reticencia”.

Así como frente a regímenes religiosos, políticos y sociales castrantes, Juana se rebela, Lucía comienza a ser el canal por el que va penetrando un discurso revelador y exigente de la mujer del siglo XX, que alza la voz por la igualdad de derechos, que se muestra, aunque no del todo, más liberada y consciente de la opresión contra la mayoría de individuos de su género, y todas las consecuencias que esto conlleva. Digo no del todo, porque tanto en el libro, como en el discurso feminista de finales del siglo pasado, hay aún cierto rasgo de sumisión y adoración frente a la belleza anatómica de un hombre, frente al momento en que los cuerpos se encuentran desnudos y tendidos en una cama, perdonando cualquiera de las actitudes de “hombre superior” que éste haya tenido antes. Es, pues, un discurso anti-machista sostenido, siempre y cuando el erotismo y la fina seducción de un masculino, no haga perder la cabeza y envolver dentro de su encantamiento febril a “la gran rebelde”.

Sin embargo, se debe reconocer que tocar este tipo de temas, así como el del homosexualismo, el cual Belli trata un par de veces dentro de la novela: “La verdad es que no sólo me daban placer de masajes y aromas. Esas mujeres tenían las manos asedadas y sabían todos los secretos del cuerpo. Varias de ellas eran tan hermosas que verlas desnudas y sentir sus pechos sobre mi cabeza, cuando me lavaban el cabello, excitaba todos los diablos de la tentación”, es el anzuelo perfecto para que muchos de los lectores caigan presos dentro de las páginas del libro, acontecimiento que le ha dado a Gioconda, un lugar privilegiado dentro de las escritoras centroamericanas.



Masaya, enero 2006