LA SIRENA DEL LAGO DE ILOPANGO
Hace muchos años, me contó mi abuelo, en un pueblecito de mi amada patria, llamado, Tenancingo, vivió una familia que por generaciones se había dedicado a la pesca artesanal, hasta que les acaeció una historia que los marcaría para siempre. Y fue el suceso de que Pedro, el menor de cinco hermanos, todos pescadores, había desaparecido en las mansas aguas del Lago de Ilopango, en una noche de verano y luna llena, de una de las dos canoas, que llevaban a cabo la pesca. La distancia entre las canoas era apenas de diez metros, cuando en un abrir y cerrar los ojos, sus hermanos, lo perdieron de vista. Era como si el lago se lo hubiera tragado. Al día siguiente, fueron en vanas todas las búsquedas, por lo que el cuerpo de Pedro, no apareció ni vivo ni muerto por ningún lado. Todo el pueblo, lo daba por fallecido. Siendo una población muy religiosa, no faltaron los rezos, las misas, y la respectiva cruz, en el cementerio municipal. - ¿Cómo pudo ser posible?, cuestionaban los familiares y amigos, entre sollozos y lamentos. Una vez pasado el verano, apareció Pedro, sin avisar como agua de mayo. Antes de llegar a su casa, prefirió pasar al rancho de su gran "chero", Felipe. Pasada la admiración de Felipe, éste, lo puso al tanto a Pedro, y le contó que todo Tenancingo, lo daba por ahogado. Después de tomar unos sorbos de café, Pedro empezó a contarle a Felipe todo lo ocurrido, no sin antes pedirle de favor de que le guardara este buen secreto: - Mira, lo que me pasó en el lago de Ilopango, fue algo muy raro, vos bien sabes de que a mí no me gusta echarme los "tragos"...bien sabes que soy un hombre serio.
Pedro regresó a casa, con la compañía de Felipe, quien le ayudó a explicarles a su madre y hermanos, lo que había ocurrido. ¡Claro!, ayudándole a decir, medias verdades, medias mentiras, a fin de procurarle el secreto a Pedro. Sin embargo, a los pocos días, el secreto de Pedro, era el secreto de todo el pueblo de Tenancingo, porque este se transmitió de confianza en confianza, entre amigos y familiares. Curiosamente, Pedro H., murió en aquel pueblo, de una desconocida enfermedad, exactamente a los tres meses de haber llegado a su tierra natal y de haber contado su instancia en el palacio de la sirena del Lago de Ilopango. ¿Veraz o no esta historia?...lo más importante es que forma parte de las historias de mi pueblo.
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