Foto: Bosque de Montecristo, Metapán.
Adolfo Herrera Vega.
Según creencias indígenas, Machin Tantécut era una mujer muy vieja que tenía la maldición de poseer la cabeza ponzoñosa. Vivía sola en la espesura de las selvas y sin lugar fijo. Erraba como el norte. Cuando pasaba por algún lugar, los animales que ya estaban conformados, huían por temor a que los desfigurara con la ponzoña que despedía y transmitía al verla.
Por las noches este ser maligno dejaba abandonado el cuerpo en cualquier lugar del bosque mientras a la cabeza (cabeza en náhuate se traduce por Tecu, término que aparecerá en los nombres indígenas y que subrayaremos) le salían dos grandes alas convirtiéndose en Arbolaria. Una noche, Tachicu que tenía por misión proteger a los animales, encontró el cuerpo de Machin Tantécut y para que la cabeza no pudiera soldarse a éste, lo bañó de rescoldo. Al regresar en la madrugada la cabeza voladora no pudo reincorporarse por lo que se puso a llorar noche tras noche colgada de una rama de un árbol. Al perder toda esperanza, para siempre se echó a volar en las sombras de la noche chillando de dolor. Transcurridos los años el cielo se pobló de murciélagos que tienen de castigo dormir con la cabeza hacia abajo.
Luego de operada la transmutación, Tanchicu cogió el cuerpo de Machin Tantécut y lo fue a enterrar en el fondo de un barranco. Con los días, en este sitio nació un arbolito de jícara que al desarrollar, dio frutos como cabezas colgantes. Entre éstos, uno que se había nutrido de las maldades de Arbolaria y para que no regara las semillas de la tierra y nacieran animales de organismo confundido, Tanchicu escogió a Nagualán que era muy fuerte, para que fuera a tirar la calabaza bien adentro del mar, no sin antes advertirle que por ningún motivo debía abrirla. Al llegar Nagualán a la playa, sintió tentación para saber del contenido de la jícara y procedió a abrirla. Su sorpresa fue mucha cuando varias semillas salieron volando.
Afligido cogió un bejuco de Sinácat (nácat, carne) y ciñó por mitad la jícara originando al Tecúmat (jícara con cabeza). Luego Nagualán la lanzó al mar, pero como ya las semillas se habían regado, en la costa nacieron animales sin cabeza como el Tecuise (cangrejo) y otros muy horribles con la cabeza bien pegada al cuerpo como el sapo (tecanat, terrón de carna que salta).
Mientras, en el mar brotaron animales arrevesados; caras bonitas con cuerpo de culebra como la pilzincúat (niña con cuerpo de culebra) que al ser sorprendida nadando, se cubre la cara con espuma por pena de su cuerpo (sirena) y torzales de raíces con cabeza que saben caminar en el agua (pulpo).
Todo esto sucedió en los días en que la tierra y los mares se poblaban de animales, por lo cual Machín Tantécut engendró criaturas desfiguradas en las costas y en el mar.
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