Suchitoto, el arte del renacimiento
Foto: Plaza Central de Suchitoto.
En El Salvador, una pequeña ciudad de casitas bajas,
poblada por artistas, resurge después de la guerra como centro
cultural y turístico del país.
SUCHITOTO.- San Salvador es una entrada al país tan inevitable como complicada, como ocurre con otras capitales de la región. La enorme mayoría de los visitantes internacionales ingresa en El Salvador por una ciudad castigada por diversas crisis, de escaso patrimonio, difícil de transitar y, por lo tanto, de apreciar. No es la mejor carta de presentación del pequeño territorio centroamericano, que, tras la guerra civil de 1980 a 1992, hoy se esfuerza por recuperar el tiempo perdido en materia turística.
Pero si San Salvador no es el gran atractivo nacional, apenas a 47 kilómetros espera otra ciudad de nombre curioso, gran personalidad, con arquitectura símil colonial (aunque mayormente republicana), llena de historias, aunque sin tanta prensa: Suchitoto.
Los viajeros latinoamericanistas deberían considerar seriamente una parada en Suchitoto para su próximo recorrido por la zona; es ideal combinar con dos ciudades del mismo tono : Antigua, Guatemala, y Granada, Nicaragua. Es un lugar especial, quizá la mejor postal que se puedan llevar del pueblo salvadoreño, más allá de lo que generosamente ofrece la naturaleza en este país, con anchas playas sobre el Pacífico y volcanes de todo tamaño, antigüedad y temperamento.
Antiguo dominio de indígenas pipiles, los españoles se asentaron allí a principios del siglo XVI. En el siglo XVIII, Suchitoto ya era un importante centro comercial, aunque en 1858 fue declarada ciudad. Hoy, de a poco aumenta el número de vans turísticas que estacionan en la plaza central, dominada por la iglesia de Santa Lucía. Más vieja que la ciudad como tal, fue construida en 1853 y, aunque sencilla, es uno de los templos más lindos del país.
En la plaza, hay también una feria con puestos de venta de artesanías y de remeras y banderines colorados del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), ex movimiento guerrillero y actual partido político al que las encuestas dan con una amplia ventaja en intención de voto para las próximas elecciones presidenciales de marzo.
Hay clima de siesta en la plaza. Un par de turistas deambula y absorbe la quietud de la tarde de Suchitoto. Tres ancianos están sentados en un banco sin hablar y sus caras reflejan haber absorbido esa misma paz durante largos y lentos años. Pero en realidad no. Cuentan que llegaron al pueblo en los últimos tiempos, desde villas cercanas.
Suchitoto sufrió la guerra como pocas poblaciones salvadoreñas, y muchas de sus orgullosas familias abandonaron sus casas durante el conflicto. "Esto era un pueblo fantasma -cuenta Manuel Zelada, funcionario del joven Ministerio de Turismo nacional, que trabajó un buen tiempo en la filial de Suchitoto-. De más de 10.000 habitantes, quedaron sólo unas cincuenta familias." Según Zelada, el éxodo tuvo una curiosa consecuencia: despoblada, la ciudad conservó sus clásicas casas sin mayores alteraciones, más allá de los orificios de balazos que hasta hoy se aprecian en las fachadas. Así, actualmente la ciudad y sus históricos edificios pueden ser exhibidos como Patrimonio Nacional de El Salvador.
Pero con la firma de la paz, no sólo llegaron nuevos pobladores de sitios vecinos. También se empezaron a fijar en Suchitoto algunos extranjeros. Un empresario francés, por ejemplo, abrió Los Almendros de San Lorenzo, recoleto hotel boutique en un caserón de 200 años con restaurante gourmet, galería de arte, patios de película y piscina. También apareció por allí un sueco que invirtió en La Posada de Suchitlán, otro buen hotel de este pueblo que cuenta con un total de 62 camas en establecimientos que cobran de 10 a 200 dólares la noche.
Justamente en la recepción de Los Almendros trabaja Valerie, una francesa de Perpignan que vive en El Salvador desde hace ocho años y en Suchitoto desde hace tres. "De a poco, los turistas extranjeros empiezan a animarse y visitan El Salvador. Eso sí, los que conozco preguntan exactamente lo mismo: ¿es peligroso? Yo les contesto siempre que recorrí todo el país en auto, a veces sola, y nunca me pasó nada. Pero hay lugares de Perpignan a los que no iría de noche..."
Tampoco falta un argentino en esta particular comunidad. Miguel Martino, entrerriano, de 58 años, llegó al país en 1983 como publicista de la agencia Lintas y vivió después en México y Colombia, entre otros países. En 1995, volvió a San Salvador, pero desde hace tres años está instalado en Suchitoto. "Quería dedicarme totalmente al arte y éste es un pueblo ideal para estar tranquilo y concentrarme en la escultura, lejos del movimiento de México DF o Buenos Aires, pero cerca de la naturaleza y el mar", explica.
Martino abrió en Suchitoto la Casa del Escultor, que funciona como taller, galería de arte, y sólo los domingos al mediodía, restaurante de carne a la argentina. "Vienen muchos extranjeros; alemanes, canadienses, también argentinos que trabajan en San Salvador para compañías telefónicas, laboratorios, en marketing", cuenta Martino, casado con una psicóloga mexicana, que tiene un hijo salvadoreño.
No sólo extranjeros apostaron al turismo en la posguerra. Cuentan que algunos restaurantes y posadas son emprendimientos de ex comandantes farabundistas. En todo caso, existe otro punto de contacto entre el turismo y la guerra: desde el pueblo, se ofrecen caminatas y cabalgatas (de 5 a 25 dólares) para ver los buzones y los tatús , cuevas y pozos, escondites de la guerrilla, especialmente en el vecino volcán de Guazapa, cubierto de vegetación.
Pueblo fantasma durante la guerra, Suchitoto se las arregló para resurgir como uno de los mayores atractivos turísticos y culturales del país. ¿Cómo? Según Martino, al menos en parte gracias la acción de ONG foráneas que aportaron desde dinero hasta ayuda psicológica. "Hoy, a pesar de ser pequeño, Suchitoto organiza el principal festival de teatro; tiene constantes talleres sobre temas sociales, y es la única ciudad donde se separa la basura en el país -argumenta-. Es un lugar con una conciencia muy especial."
Daniel Flores.
Enviado especial.
La Nación, Argentina.
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