Jaraguá. Una lectura necesaria
Jaraguá es una especie de zacate que donde quiera que lo siembren: nace, crece y aunque la corten, vuelve a crecer. Magistral comparación que logra el escritor Napoleón Rodríguez Ruiz para reflejar con su novela, los sueños y esperanzas del pueblo salvadoreño. Específicamente de aquéllos que se ganan el sustento con el machete o con las redes para pescar.
Esta novela costumbrista nos ilustra la idiosincrasia del salvadoreño de la zona rural que vive cercano a las costas, y nos relata con brochazos coloridos, la belleza del trópico nuestro.
Capitulo I
"Noche tropical. Han pasado las horas. Alígeras, atropellándose.
La madrugada llanera sacude irritada su ropaje de luto. Las sombras se escurren sigilosas por las hondonadas húmedas. Y la aurora surge súbita, tendiéndose como inmensa muselina de rosa sobre los valles empapados de esperanza. En el horizonte, panzudo de lejanías, coágulos rojos parecen derramarse de una herida gigante. La limpidez del espacio, se matiza de esmeralda, con una manada de pericos que hienden el aire en algarabía escuelera. Las palomas, como algodones flotantes, pincelan de blanco el paisaje. Los navajones saludan inclinando sus picos chatos y enormes, al sol que se inicia con gallardetes rojos y gualda. Las fuentes en su carrera intérmina, retratan en surcos de plata, la blancura impecable de los cirros dispersos. Y de todas partes, del agua... del viento... de la arboleda... de los ranchos... sale el grito jubiloso del día que principia... de la vida que se mueve y despierta, después de doce horas de catalepsia nocturna.
Don Nicasio, sentado en un banquito de madera, chupete tras chupete a su puro de anillos, contempla ensimismado aquel glorioso amanecer en su tierruca. Sus ojos, ojos jóvenes que despiden luces de volumen y relámpagos de audacia, vagan indecisos, deteniéndose a veces para mirar a la Janda, que acurrucada bajo un palo de achiote riega el maíz a las gallinas.
Y al conjuro de aquella mañana embrujada llegaron los recuerdos en alas del viento, cayendo como llovizna sobre su espíritu. Lo angustiaban. Arribaron como bandadas de pajarillos aventureros hablándole muy quedito al oído para revivirle el recuerdo de su vida, tormentosa y trágica. Vio reflejarse en el lienzo de sus dolores toda la película de sus cincuenta años..."
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