DANZA RITUAL EN HONOR DE CHICONCOAT
Pedro Geofroy Rivas.
Tiembla la tierra.
Ya comienza la danza.
Que un viento de alegría hinche los caracoles.
Canten las chirimías un canto de alabanza.
Marquen los teponaztles el ritmo trepidante.
Que todos los guerreros golpeen sus escudos
y hagan sonar los cascabeles que adornan sus tobillos.
¡Venid, venid!
¡Ya comienza la danza!
Que los altos penachos
estremezcan el aire con delirio de plumas.
Que salgan las mujeres sagradas
y bailen sobre el ara de los sacrificios.
Que sus desnudos torsos se cubran de sudor
-¡oh licor deleitoso!-
y sus labios nos brinden saliva perfumada
con semillas de bálsamo.
Que el pedernal sagrado
abra los pechos de cuatro mil doncellas.
Que los virginales corazones,
como flores vivientes,
caigan a los pies de Nuestra Madre,
la Alta Flor Amarilla,
la del divino Muslo.
¡Danzad, danzad!
¡Golpead sobre la tierra!
¡Rasgad los atavíos!
¡Se está quemando el corazón del agua,
oh Escogidos!
¡Danzad, danzad, Señores de la Tierra!
saludad a la Reina que llega.
Inclinad la cabeza
frente a la Montaña de los Alaridos.
Danzad, danzad en la ribera
donde el agua se pinta de amarillo.
¡Danzad, danzad, oh Príncipes!
levantad las banderas
sobre la obsidianas de las lanzas.
¡Que se rompan los dardos!
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