PUEBLO
Ricardo Trigueros de León.
Obras: "Campanario"; "Nardo y Estrella"; "Presencia de la Rosa";
"Labrando en madera"; "Perfil en el aire".
Y todo sigue exactamente igual...
Era un pueblo triste en donde el sol de la tarde doraba las casas bajo cuyos aleros hacían su nido las palomas. Un viento lento movía el zacate menudo, en los tejados.
Los días parecían deslizarse con lentitud en aquel pueblo de mansas casas blancas y perros humildes echados en las puertas.
El diario llegaba a las seis de la tarde a manos de los viejos que, acercando el sillón de cuero y afianzándose los anteojos en el tercio inferior de la nariz, daban principio a la lectura.
Las viejas, cabeza de algodón, hacían calceta o remendaban las camisas.
Todo era tranquilidad en aquel reino de ventura.
Un río, allá lejos, pasaba anudando canciones entre peñas negras, bejucos y quequeishques. El río era como una olvidada sonrisa en aquel pueblo triste.
A la oración cuando caían los golpes de la campana, "El Ángel del Señor" asomaba a los labios. Y aquel susurro de místicas abejas iba extendiéndose como una ola de mansedumbre.
Paz de ojos tristes aquella del pueblo. Paz de buey cansado, de mujer viuda, de campana tardía.
Bajo la ceiba estaban las casas pobres, las gentes se movían como en sueños. Pasaban las madres con la cría en brazos -trocito de carne morena-; pasaban las cipotas de trenzas con listones de colores; pasaban las muchachas de crencha bruna y pasaban las viejas color de tabaco y los viejos de escasa barba de espuma.
Aquel pueblo era algo así como una sola familia creciendo a la sombra acogedora del tiempo.
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