Los nuevos negociantes de la educación
A nivel mundial se promociona un nuevo negocio educativo que se denomina con el término de e-learnign (que podría traducirse como aprendizaje a través de la web). Este negocio se sustenta en tres aspectos: utilización masiva en los procesos educativos de los artefactos tecnológicos, más exactamente en formato electrónico; los contenidos de los cursos están formateados en consonancia con las características de las tecnologías, a las que se supedita la pedagogía; y, se venden servicios complementarios, tales como tutorías, asistencia técnica, evaluaciones y certificaciones.
Según la concepción e-learning, en el mundo de hoy la enseñanza sólo es posible a través de los medios tecnológicos que, en gran medida, vendrían a sustituir a los profesores, a los que se les asignaría una suerte de presencialidad secundaria, porque lo importante es el envoltorio tecnológico. Como lo fundamental son los artefactos, la metodología didáctica debe adecuarse a la lógica binaria del lenguaje informático y a las características visuales de la pantalla, por lo que se enfatiza en que los estudiantes deben “explorar la riqueza de los contextos electrónicos”. Como resultado, se forma en una cultura tecnológica en donde predomina el aprendizaje instrumental que permita acceder a las cambiantes Tecnologías de la Información. Ese aprendizaje se mide mediante sistemas de gestión de corte gerencial, en los que se define con precisión conductista el tipo de tarea fijada, los logros alcanzados, el tiempo de ejecución y el rendimiento medido en términos cuantitativos.
DELIRIOS TECNOCRATICOS
Los delirios tecnocráticos alcanzan en el ámbito de la educación la cumbre del cinismo, como se constata con el caso de Andrew Ng, un verdadero mercachifle de la estafa educativa que está dictando una clase, léase bien, a cien mil estudiantes, a los cuales además les vende un título. Tan “brillante” propuesta dice apoyarse en la informática. El mencionado personaje afirma que ha dado un salto espectacular en materia de difusión educativa porque de enseñarles a 400 estudiantes en un semestre, pasó en siguiente a enseñarles a 100 mil en un curso en línea. Agrega que “para llegar a tan grande número de estudiantes antes habría tenido que enseñar mi clase normal de Stanford durante 250 años”. ¿Cómo puede producir tan espectacular “revolución” en el arte de robar a nombre de la educación? Para comenzar, no sorprende que eso se presente en los Estados Unidos y se afirme que es una contribución para ofrecer educación superior a bajo costo. Por supuesto, se afirma que esto es posible por la proliferación de tecnología inalámbrica de alta velocidad que ha conectado el mundo de un extremo a otro, lo cual ha hecho surgir a la primera generación de seres humanos que “se siente cada vez más cómoda aprendiendo e interactuando con profesores a través de plataformas en línea”. Es decir, que las tecnologías de la telecomunicación son empleadas para crear empresas educativas en las cuales el objetivo exclusivo es obtener fabulosas ganancias. Por eso, el personaje mencionado ha creado la empresa Coursera.org, respaldada por capital de riesgo del Silicon Valley. Esta empresa se promociona a sí misma diciendo que ofrece catedras gratuitas en línea a cualquier lugar del mundo, lo que no deja de ser un chiste flojo porque aparte de que cobra 100 dólares por conceder un certificado (multiplíquese 100 dólares por 100 mil estudiantes, para ver cuánto se obtiene), lo realmente delirante estriba en suponer que una persona le puede dictar clase a 100 mil personas, lo cual rompe con las más elementales normas de la convivencia entre docentes y alumnos. En otro sentido, no se menciona ni una sola palabra sobre el impacto que este tipo de “educación” tiene sobre los profesores, porque imaginémonos cuantos educadores quedan desempleados con la generalización de este tipo de cursos informáticos, ofrecidos en todo el mundo por prestigiosas universidades, como quien vende un celular, un champú o una salchicha. Esto evidencia que en la actividad educativa está en marcha el despojo pleno de los profesores, para dejar sin empleo a una gran parte de ellos y convertir a otros en meros apéndices de los artefactos técnicos.
Los grandes empresarios de la informática son los personajes más interesados en una “reforma educativa” que sea favorable a sus intereses corporativos. Para sustentar dicha reforma se recita al pie de la letra la cantinela que la raíz de los problemas y del atraso de una sociedad están determinados por su educación estancada y no por las desigualdades sociales. Esto es lo que dice continuamente Bill Gates, el magnate propietario de Microsoft, como lo ha promocionado en una película que se titula Waitting for Superman (Esperando a Superman) y como lo ha manifestado en forma reiterada, sin ocultar su odio de clase por los sindicatos y los profesores organizados. En efecto, la fundación Bill y Melinda Gates, pretendidamente filantrópica –una denominación que se usa en Estados Unidos, entre otras cosas, para evadir impuestos- tiene como un objetivo declarado combatir la educación pública en los Estados Unidos, presentándola como absolutamente ineficaz, de lo cual responsabiliza a los sindicatos de los profesores. Además del carácter antisindical de los seudo filántropos estadounidenses de la informática –entre los cuales también se ubicaba el finado Steve Jobs, fundador de Apple- una de sus preocupaciones centrales se encuentra en la poca difusión que los aparatos electrónicos han tenido en el mundo educativo. Y a partir de allí esbozan la manera como ven la educación del futuro, una visión profundamente conductista –como la de su padre espiritual Frederic Skinner- en la que los profesores ya no serían necesarios. En la biografía de Steve Jobs se cuenta que en una reunión con Bill Gates, el magnate de Microsoft, éste “ esbozó brevemente su visión acerca de cómo iban a ser las escuelas en el futuro, en las que los alumnos verían por su cuenta las clases y las lecciones en video mientras utilizaban el tiempo lectivo para las discusiones y la resolución de problemas”. En esa misma reunión, “ambos coincidieron en que los ordenadores, hasta el momento, habían tenido un impacto sorprendentemente insignificante en los centros educativos, mucho menos que en otros campos de la sociedad como los medios de comunicación, la medicina o el derecho. Para que aquello cambiara, en opinión de Gates, los ordenadores y los dispositivos móviles iban a tener que centrarse en la forma de ofrecer lecciones más personalizadas y una mayor motivación”.
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