lunes, marzo 17, 2008

LA ENERGÍA DECIMÍSTICA



Por: Fidel Alcántara Lévano – PERÚ -

Tejer versos en jornada eterna con los hilos del tiempo y luego dar vida a una alfombra multicolor y que surque el espacio, es una tarea fascinante que solamente quien la practica, comprende la inmensidad de su ofrendad intelectual. Tener una idea en la mente, darle forma a través de la magia de la palabra y crearle alas para que remonte hacia las alturas; pero sin perderle de vista, es un acto sublime de creación sin límites que depara infinitas satisfacciones al alma. Tallar el verbo con el cincel de la experiencia y humanizar la inspiración para que le gane al viento en su ruta a lo imposible, es un acto de amor que se cristaliza, si hay paz en el espíritu y bondad en el corazón. Es un estado sublime en la cual un sentimiento diseñado en las fibras mas internas del ser, son procesados con técnicas divinales en el laboratorio del cerebro y se echan a andar gracias a la energía impregnada en su bella fisonomía que solo sabe de sutil encantamiento. Así es como surge un verso decimal y al tomar la imagen de luz, empieza a irradiar por doquier su fecunda estela de bondad y embriaga a los seres que van por el mundo anhelando la virtuosidad de las personas bendecidas por la madre naturaleza y que abren a cada instante horizontes de realizaciones personales. El verso no es parte de la vida del poeta, es su propia existencia y por ser así, tiene el don de la inmortalidad, así haya quienes le cierran las puertas a su esencia sin tiempo ni edad porque sienten celos de su misterio que encierra por haber nacido para no morir. Así traten de opacarlo, silenciarlo o aniquilarlo, un mensaje literario tiene la fuerza del sol y es imposible que quede sepultado por las garras aplastante del olvido. Siempre vuelve a la vida, es que aunque no tenga el poder de resucitar, tiene la particularidad de ser invencible al ocaso como cualquier emoción que no encuentra eco en la sociedad. En este sentido, la décima es canción y si se acompaña con un instrumento de cuerda y más la percusión, se convierte en un regalo celestial para el oído de cualquier mortal. En su faz entrelazada por la inteligencia humana a pedido de las divinidades del edén superior, hay toda una sinfonía angelical que viene a ser de la persona, todo un mensaje de reencuentro con sus propias y raíces y enseña a mirar al futuro pleno de esperanzas al motivar la creatividad y hacer de todos genios de las cristalizaciones de metas elucubradas en pos del bienestar general de los pueblos del mundo. No requiere de un origen noble; le basta ser un hermano del pueblo, cuajado entre pobreza y sueños de grandeza pero con la mirada fija en el firmamento tratando de seguir por la ruta del sol y ser el rey de inmensidades universales. La décima es pues, la máxima demostración de talento donde se piensa que sería pecado quebrar la noche con un verso, porque rompería los tímpanos de tan celebrados académicos intelectuales. Es que tiene raíces primigenias y terrenas de viejo cuño. Ha vencido siglos de silencios y a los grilletes que aquietan la libertad de las masas pensantes. Ha nacido junto con los ríos y lagunas, se ha trepado a la faldas de los picos y montañas, ha sobrevivido sobre la aridez de los médanos y desiertos costeños y ha endulzado humanidades con su melódica estampa, las noches solitarias del habitante, que en su orfandad, solamente puede conversar con Dios después de una sonrisa de afecto, por ser parte de su creación. Es el complemento mágico de aquellos seres que solo necesitan de una mirada fraterna para generar en su heredad, un lazo de amistad con ventanas planetarias y hacer que todos tomados de las manos, entonen el himno mundial de la paz impulsados por el mensaje sinfónico de una décima que apunta hacia el mañana porque tiene la característica de vaticinar el devenir de las moradas sociales por tener en sus entrañas, los ojos del cielo.