lunes, enero 04, 2010

El Sagatara de Cuscatlán: Semblanza de Salarrué



Por Luis Melgar Brizuela

Su persona.

En la historia de las letras salvadoreñas, este autor podría calificarse como el más paradójico: siendo blanco, alto, de ojos claros y porte típicamente europeo, fue quien mejor se identificó con los indios del país particularmente con los izalcos; siendo uno de los más realistas, por su penetración en la idiosincracia y en la historia de nuestra nación, es a la vez el más espiritual y metafísico, representante de la Teosofía y de la religión universal; siendo el más autóctono entre los narradores que hemos tenido, es al mismo tiempo mundial, ya que un buen número de sus libros. como O-Yarkandal, Remontando el Uluán y Catle ya Luna, son para lectores de todo el planeta y no sólo para los de este país.

Fue un pontífice del arte: supo unir la mejor tradición cultural de España con la de Tunalá, la madre tierra de los nahuapipiles o izalcos a quienes tanto amó.
Tendió en verdad un puente (eso hacen los pontífices) entre la religión de Cristo y la de Quetzalcoatl. Y lo hizo de tiempo completo en el templo del arte: fue pintor, escultor, músico, poeta y, por sobre todo cuentista y novelista, es decir narrador, el "Sagatara"; siendo, como decía él de sí mismo, "El Señor del Ensueño", entregó a Cuscatlán los mejores relatos de esta nación para esta nación y para el mundo.


Su obra.

Simplificando un tanto, podemos dividir el relativamente extenso número de libros de Salarrué, en dos bloques: el regionalista costumbrista y el mágico-esotérico en que, como luego diría Roque Dalton, "todos nacimos medio muertos". El sentido del mestizaje cobra aquí todo el esplendor de la escritura salarrueriana: es el gran aporte del Sagatara a nuestra memoria histórica, a nuestra identidad soterrada, como brillantemente lo ha estudiado el crítico Rafael Lara Martínez en su libro sobre Salarrué.


Su herencia.

Diría que el legado mayor de Salarrué al pueblo de Cuscatlán, a los mestizos "más tristes del mundo" (Roque dixit), es el amor al indio, a la madre tierra, a los cipotes de barro, al arte autóctono. Porque no sólo nos dio una lección escrita y vivida de qué es ser un pontífice del arte sino que también nos enseñó a armonizar esa cultura autóctona con la cultura universal, con el sentido del cosmos. Por eso rechazó la política, porque esta, según él, pobre forma de convivencia humana, nos ha traído tanta violencia y tanta deshumanidad. Y por eso se consagró el arte, máxima expresión de la cultura, única forma superior, según Salarrué, en esta hora de globalización. Y por eso ha sido tan justo recordarlo y homenajearlo en este año de su natalicio.

PÓRTICO 5.
AL ENCUENTRO DE NUESTRO PENSAMIENTO JURÍDICO.

San Salvador, El Salvador, año 2000.


Siembra Cultura: "Regala un libro"
Campaña mundial para incentivar los hábitos a la lectura.

Patria Literaria.