Yo prefiero el amor (semblanza de Pablo Neruda)
Por Benedicto González.
Letralia
"Yo prefiero el amor. La política es una obsesión para otros. No es la mía...". Así contestó Pablo Neruda a L'Express, cuando le preguntaron sobre sus inquietudes más evidentes: la poesía y la política. Y no podía ser de otra manera, porque su obra arranca precisamente de ese profundo amor por todas las cosas. Es que el verdadero poeta es capaz de desentrañar los misterios del universo con su sola intuición y por ello, su capacidad de amar lo creado es tan enorme que sólo puede tener cabida en la poesía, que posee profundas raíces, pero, a la vez, poderosas alas.
Neruda amó hasta la obsesión la lluvia y los bosques; el mar, las gaviotas y los barcos. Amó también los frutos de la tierra y a su gente; amó la epopeya americana y el placer de los besos. Amó, sobre todo, a los hombres, a su pueblo, con ardiente paciencia y esperanza. Amó, más que nada, al amor: "Amor que puede ser eterno / y puede ser fugaz. / Amor que quiere libertarse / para volver a amar. / Amor divinizado que se acerca / Amor divinizado que se va".
Nacido en Parral, pequeña ciudad en el centro-sur de Chile, el 12 de julio de 1904, fue en Temuco, la pujante capital de la Araucanía, donde Neruda plasmó sus recuerdos de infancia. A los ocho años descubrió "un ansia profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido, especie de angustia y tristeza. Era un poema...". Y nunca más se separó de dicha ansia. En sus viajes por Europa, Asia, Oceanía y su América entrañable, la poesía siempre lo acompañó. Estuvo con él en consulados y embajadas, en ateneos y universidades, en su patria y en el exilio.
Su obra, variada y fecunda, va desde la pasión de Crepusculario (1923) y Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), hasta la brillante sencillez de sus libros de odas, pasando por esos libros poderosos, de alto vuelo, épicos y telúricos, como Canto general (1950) y Las uvas y el viento (1954). Más de cincuenta libros y millares de traducciones a diversas lenguas.
Neruda, a diferencia de otros escritores de Chile, tuvo la fortuna de que su patria reconociera temprano sus virtudes y quilates literarios. Su primer galardón lo obtuvo en 1919, fue el tercer lugar en los Juegos Florales de Maule; luego, en 1920, el primer puesto en el Concurso Literario de la Fiesta de la Primavera de Temuco. En 1944, el Premio Municipal de Poesía de Santiago de Chile y en 1945, el Premio Nacional de Literatura (ese mismo año fue electo senador por las provincias nortinas de Tarapacá y Antofagasta). Además de diversas distinciones universitarias en Chile y en el extranjero. No obstante, hubo un premio que su fama —ya universal— reclamaba desde principios de la década del 60 y que, inexplicablemente, llegó once años después, cuando ya no lo esperaba. No fueron años fáciles...
Cada vez que se acercaba la fecha de entrega de los premios Nobel, debía esconderse para evitar a la prensa que deseaba acompañarlo en el momento en que conociera la noticia de su éxito o de una nueva postergación (en una ocasión, incluso, el propio embajador sueco en Chile fue a felicitarlo y a brindar con él, pero el elegido fue otro).
En 1971 estaba en París, al frente de la embajada chilena en la capital francesa, cuando recibió la noticia de su Premio Nobel, la Academia Sueca calificó su obra de "poesía, que con el efecto de una fuerza natural, hace revivir el destino y los sueños de un continente".
Pablo Neruda falleció en Santiago de Chile el 23 de septiembre de 1973, víctima de un implacable cáncer. Sus restos reposan hoy en Isla Negra, en su casa frente al mar (hoy convertida en hermoso museo), en compañía de Matilde Urrutia, su tercera esposa.
Hoy, nosotros, recordando su canción desesperada, digámosle a él: "De ti alzaron las alas los pájaros del canto / Todo te lo tragaste como la lejanía / Como el mar, como el tiempo / Todo en ti fue naufragio".
Benedicto González Vargas.
Profesor y escritor chileno (Padre Hurtado, 1965). Ha publicado El ermitaño (Editorial Café Con Leche, 2000), Índigo, los niños de la Nueva Era (Ediciones de la Univirne, 2002) y Huellas en el viento (Editorial Araucanía, 2006). También participó en el libro 2000, el futuro presente (Editorial Letralia, 1999), con un ensayo sobre ciencia ficción. Actualmente imparte clases de literatura en el colegio Alexander Fleming, de Santiago de Chile. Sobre temas educativos publica permanentemente en su blog Educación y Pedablogía para el Siglo XXI.
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